domingo, 16 de marzo de 2008

Conversando con Maria Benedetti


"Benedetti entre las raices de Abuela Ceiba en Patillas".
(Foto suministrada por la autora).

Maria Benedetti es investigadora y educadora etnobotánica y autora de: ¡Hasta los baños te curan! Plantas medicinales, remedios caseros y sanación espiritual en Puerto Rico, Sembrando y sanando en Puerto Rico: tradiciones y visiones para un futuro verde, Bendiciones Botánicas para Boriquén: un almanaque de ciencia y folclor y la serie etnobotánica de “Libros Guía” preparada para el Jardín Botánico y Cultural en Caguas

Magha: Maria, ¿Qué importancia tiene nuestra tradición de medicina popular en estos tiempos? ¿Por qué debemos rescatarla?

Benedetti: La tradición puertorriqueña de medicina popular nos transmite un gran conjunto de conocimientos milenarios que sobreviven de nuestros ancestros indígenas, africanos y europeos. Estos conocimientos han sobrevivido a través de las generaciones porque funcionan. Y funcionan porque son el fruto de pruebas empíricas; pruebas hechas por necesidad, con el fin de salvar vidas, de manejar enfermedades y dolores crónicos, en condiciones de extrema necesidad, antes de que existieran las salas de emergencia, los quirófanos, las ambulancias, las Motrin. Al estudiar esta tradición descubrimos un hermoso mundo de patrones de intercambio e interdependencia entre las comunidades y su mundo natural. Y estas relaciones entre pueblos y plantas encierran un mundo de destrezas, actitudes y sabiduría incalculable e insustituible. La vida moderna nos enajena de nuestro entorno natural. Hoy día, los puertorriqueños importamos más del 90% de todo lo que consumimos. Esta dependencia de recursos extranjeros propicia mucha ignorancia sobre la vida natural que nos provee el archipiélago que habitamos. Los niños aprenden sobre los osos polares pero no saben nombrar las matas que pisan frente a su casa ni los árboles que pasan de camino a su escuela. Esto representa una situación muy seria porque si desconocemos el valor de las plantas que nos rodean, si no sabemos producir alimentos y medicinas de las plantas que nos rodean, si dependemos de que las barcazas sigan llegando con todo, quedamos sin las destrezas básicas para sustentarnos, para sanarnos, para sobrevivir. Frente a la escasez del petróleo a nivel mundial, hay que rescatar los conocimientos y destrezas de los abuelos, porque literalmente encierran la inteligencia que nos permitirá vivir en Boriquén, lleguen o no lleguen los barcos. La medicina popular incluye el cultivo de las plantas y el reconocimiento de las plantas silvestres, pero también incluye el uso cotidiano de la medicina preventiva mediante el consumo de condimentos verdes, tisanas, teses y los súper alimentos: plantas silvestres comestibles súper ricas en minerales, vitaminas, fibra y otros compuestos medicinales; también integra la tradición de los sobos y masajes y muchas otras prácticas que sanan al individuo mientras fortalecen nuestras comunidades, fomentan la comunicación entre generaciones y nos conectan de forma íntima con el mundo natural que habitamos: nuestra tierra, nuestras plantas. En este momento histórico, ¿qué podría ser más importante que eso?

Magha: Aparte de rescatar el reconocimiento y conocimiento de las plantas medicinales de Puerto Rico, ¿Cuáles otras prácticas u oficios afines deberíamos rescatar?

Benedetti: Primero, diría que es esencial que disfrutemos de nuestro mundo natural y que compartamos ese gozo con nuestros niños y viejos. Compenetrarnos más con el mundo real que es Boriquén. Estoy “enchulada” del Sierra Club y sus actividades isleñas. Además de hacer unos trabajos de conservación de suma importancia para salvar la isla de desarrollos inapropiados, ofrecen excursiones todos los fines de semana diseñadas para que la gente realmente se conecte con los ríos, las cuevas, los montes, las guindas, los árboles urbanos. Porque si no conocemos a Puerto Rico, no lo podremos amar profundamente. Y si no amamos esta tierra profundamente, los intereses económicos ganarán cada batalla. Pues contra el dinero, sólo el amor tiene una fuerza mayor. Nuestra ignorancia, nuestra desconexión con el entorno natural les conviene a los especuladores y a los desarrolladores inescrupulosos y a los mismos gobernantes que van poco a poco vendiendo el país al que más puede pagar. ¡Que los niños y niñas puertorriqueños tengan siempre lugares para corretear, para treparse en los árboles, para comer quenepas, guayabas, jobillos, mangóes, pomarrosas, pajuiles y flores de pavona. Esa es la medicina que receto para esta nueva generación de niños y jóvenes, porque nuestro sistema educativo –e incluyo los medios de comunicación– muy a menudo los aparta de todo lo que es, realmente suyo: sus vecinos árboles y yerbas, sus abuelos y vecinos mayores, las historias de su vecindario y el alegre sentido de pertenencia a la gran comunidad humana-natural antillana, única en el mundo. Creo que la agricultura debe ser parte de nuestro currículo escolar a nivel nacional. En mi Puerto Rico soñado, los jóvenes exploran conceptos como la germinación y la cadena alimenticia observando las plantas y microorganismos, insectos y otros animales que pueblan el área de sus huertos. En su clase de biología o de ciencias terrestres estudian la descomposición y reciclaje de nutrientes a través de la composta y la lombricultura. Desarrollan investigaciones sobre repelentes naturales, intercalando siembras y creando repelentes basados en las plantas aromáticas. Trabajan la taxonomía y nomenclatura científica mediante la observación y estudio de las plantas e insectos del huerto. Exploran los ángulos del contorno y el concepto de las terrazas construidas para evitar la erosión desde una perspectiva matemática, poniendo en práctica la geometría. En las clases de español o de ciencias sociales, estudian el origen de todas las plantas que utilizan o que los rodean y escriben ensayos y décimas y versos de “hip hop” sobre su importancia. En sus clases de ciencias sociales, investigan y estudian conceptos como la biodiversidad y la manipulación genética de las semillas. En el Jardín Botánico y Cultural de Caguas, laboro en el proyecto llamado la Casa Jíbara del siglo XXI y su Siembra Ecológica Familiar. Cuando incorporamos a los jóvenes en las tareas agrícolas, observamos un gran entusiasmo. Pero hacen falta miles de siembras como esta, y hace falta adiestrar a los maestros para que puedan conectar lo que están enseñando en el salón de clases con la realidad física de nuestro país: nuestras plantas, nuestros suelos y cultivos, y también los ríos, cascadas y cavernas, costas y montes, todo lo que es el mundo natural, porque cuando los jóvenes y niños del país llegan a conocer su país, lo amarán y defenderán su bienestar ecológico.

Magha: Háblanos un poco más sobre la Casa Jíbara del Jardín Botánico y Cultural de Caguas.

Benedetti: Este proyecto es fruto de mis estudios, vivencias y sueños unidos a las experiencias y conocimientos empíricos del agricultor y artesano maestro José Rivera Rojas, quien construyó la casa y creó y mantiene las siembras a su alrededor. La concebimos como una casa ecológica pero rompe esquemas en el sentido de que mucha gente se cree que lo “ecológico” es algo moderno, algo nuevo e importado. El concepto de esta casa ecológica está fundamentado en el modelo campesino de Puerto Rico. Es una casa de madera rodeada de las plantas que permiten la subsistencia de una familia: plantas alimenticias, medicinales y de usos cosméticos, plantas ricas en fibras aptas para la confección de ropa, sogas y cabuyas; fuentes de madera, tintes, perfume, repelentes, insecticidas, juguetes, instrumentos musicales. En fin, utilizamos el modelo de la finca puertorriqueña de subsistencia y la modernizamos un poco. Por ejemplo, en vez de sembrar los condimentos verdes y otras plantas aromáticas que deben estar cerca de la casa en latas de galletas, José construyó unas jardineras de dos y tres niveles bastante anchas, pegadas a la casa. El modelo es tan práctico y tan atractivo que hasta las personas que viven en apartamentos urbanos se van inspiradas con la visión de que pueden sembrar aunque no tengan terreno. También añadimos tragaluces en el techo para que jamás tengamos que prender una bombilla durante el día. Y en vez de utilizar un inodoro que bota 5 galones de agua potable cada vez que se baja la cadena, buscamos una solución jíbara al sobre-uso de agua potable en Puerto Rico. Miramos hacia atrás, hacia la letrina de los abuelos. Allí, admiramos la economía del agua, pero había que lidiar con la peste. Entonces encontramos un diseño para una letrina que convierte los deshechos humanos en composta al simplemente echarle musgo y aserrín de árboles del país luego de cada uso. Con todo el orgullo te digo que nuestra letrina está dentro de la Casa Jíbara y no apesta. A veces, hasta ¡huele a cedro! Como no tenemos agua corriente en la casa, nos lavamos las manos en una palangana con agua en donde echamos hojas de albahaca, orégano brujo o poleo. La experiencia de lavarse y desinfectarse las manos con plantas aromáticas es un éxito. El hecho de que los aceites esenciales presentes en las mismas plantas del batey de la casa matan microbios, virus y hongos (¡nada que comprar!) sorprende y agrada a todos. Y es una experiencia muy sensual y placentera. Me llena de gozo ofrecer experiencias como ésta a los que nos visitan.

Magha: ¿Cuál es la misión y visión de la Casa Jíbara? ¿Cuáles son sus objetivos y metas principales?

Benedetti: Bueno, disfrazado de una simple casa de madera −con su altar, su “vajilla ecológica” hecha de higüeras, los instrumentos de cuerda, los güiros y los pilones, el yugo de nuestros bueyes (Indio y Melao) y las tallas y juguetes creados por José Rivera− la Casa Jíbara tiene el potencial de servir como centro de educación ambiental. Los que trabajamos allí procuramos despertar conciencia sobre los temas que ya mencioné. Allí doy clases sobre plantas medicinales, remedios caseros y otros temas relacionados, como las plantas alimenticias silvestres y la aromaterapia de los abuelos puertorriqueños. Pronto esperamos ofrecer talleres de siembra ecológica y encuentros con la naturaleza para niños, jóvenes y adultos. La agrónoma Mariel Rivera Meléndez colabora con un proyecto de lombricultura y la hermosa visión de investigaciones agrícolas prácticas. Pronto, esperamos poder ofrecer nuestros productos allí mismo en la casa, desde semillas y plantas hasta libros y carteles. Recientemente hicimos un encuentro de agricultores del arroz, y el camarógrafo Miguel Pol está haciendo con nosotros una película sobre la siembra del arroz en Puerto Rico. Las posibilidades son infinitas. A largo plazo, nuestra meta es la de fomentar y apoyar la re-integración de la agricultura y del conocimiento botánico en el hogar.

Magha: ¿Es la Casa Jíbara el único proyecto que tiene el Jardín Botánico y Cultural de Caguas?

Benedetti: El Jardín fue diseñado como parque temático donde los árboles y la relación que hemos tenido con ellos son los protagonistas. Te explico. Desarrollamos una Arboleda Ancestral Taína con 50 especies de los árboles más importantes para los taínos. La Arboleda Ancestral Africana alberga docenas de especies de árboles y plantas herbáceas que nos llegaron desde África o que de otra manera tiene una relación estrecha con la cultura afro-boricua. El Bosque del Patrimonio incluye diversas especies de árboles y otras plantas nativas y endémicas de Puerto Rico. La Huerta Frutal tiene docenas de árboles frutales. La Zona Histórica está localizada en la matriz de la antigua Hacienda San José, que fue uno de los ingenios azucareros de mayor importancia en Caguas durante el siglo XIX. El Sembradío del Artesano Puertorriqueño es otro. Cada arboleda tiene un enfoque cultural y etnobotánico muy específico. La Casa Jíbara es otra de las áreas temáticas que muy directamente celebra lo mejor de la cultura puertorriqueña. En el 2004, el municipio de Caguas me contrató como investigadora etnobotánica. Por tres años estuve investigando los usos de todos los árboles sembrados en las arboledas temáticas. Luego hice unos libros de referencia bastante completos con buenos índices para facilitar la búsqueda de información sobre estas especies. Me siento súper agradecida por la oportunidad de realizar este tipo de investigación y poco a poco trabajamos para ofrecer parte de esta información al público en la forma de unos “Libros Guía” que describen algunos de los usos más importantes de cada árbol en cada arboleda.

Magha: ¿Es de allí que sale la información que se trasmite por radio sobre los árboles del país?

Benedetti: Sí. Basado en estos mismos estudios, preparo las cápsulas informativas llamadas Cultura y Medicina Verde para Radio Universidad. Se pueden escuchar todos los lunes a las 7:55 a.m. Cada semana hablo de un árbol o yerba diferente. Esta es mi forma de ayudar a despertar conciencia sobre lo que nos rodea. Además participo de programas radiales y televisivos. Uno de mis mensajes principales es que estamos rodeados de medicina y que TODAS LAS PLANTAS −y claro está, todos los árboles− SON MEDICINALES.

Magha: Maria, partiendo de este mensaje de que todas las plantas y árboles son medicinales, te pregunto: ¿Cuáles árboles o plantas consideras son los más importantes en nuestro botiquín criollo y porqué?

Benedetti: Bueno, las primeras figuran entre las plantas silvestres más comunes de Puerto Rico: la verdolaga, el llantén y el anamú; también el almácigo, la malagueta, la sábila y todos los condimentos verdes. En muy pocas palabras:

1. La verdolaga (Portulaca oleracea): Esta planta pan-tropical es una de las mejores fuentes vegetales de los ácidos grasos Omega-3, asociados mayormente con el consumo del pescado. Estos ácidos tonifican el corazón y ayudan a bajar los niveles del colesterol “malo”; previenen los coágulos que podrían causar un infarto cardíaco; ejercen un marcado efecto antidepresivo y nos protegen del cáncer. La verdolaga es también una de las plantas más ricas en las vitaminas antioxidantes A, C y E que nos protegen de los efectos del estrés. Es muy buena fuente de magnesio, que ayuda a fortalecer los huesos y hasta apoya los procesos de rebajar de peso porque el consumo de este mineral contribuye a la sensación de saciedad. Picada y hervida por unos tres minutos en agua levemente salada, la verdolaga es uno de mis vegetales favoritos. La como por placer, y cuando estoy estreñida, me remedia el problema “pa rápido”. Estudios clínicos demuestran que el consumo de la verdolaga baja los niveles de azúcar en la sangre. Y a través de las Antillas, se consume la verdolaga para prevenir los brotes de parásitos intestinales. (Las semillas concentran el poder vermífugo que los mata.) El riquísimo caldo de la planta hervida es un remedio chino para la artritis y, en África, se toma el mismo caldo para fortalecer el corazón. En Haití, los caldos de la verdolaga se toman para combatir el insomnio. En Belice, se toma el zumo fresco de la verdolaga mezclado con miel de abejas para tratar la tos seca. No se puede comer todos los días porque, como la espinaca, contiene ácido oxálico que interfiere con la absorción del calcio. Pero créeme, vale la pena incluir la verdolaga en nuestras dietas por lo menos una vez a la semana si tenemos la dicha de tenerla de vecina.

2. El llantén (Plantago major): Nativo de Europa, el llantén es una de nuestras plantas más poderosas en cuanto a su poder sanador. Para comenzar, es una de las plantas más efectivas para tratar las úlceras estomacales. Aunque muchas personas se toman el té, yo prefiero utilizar el jugo siempre que puedo. Para prepararlo, se echan las hojas limpias en la licuadora con un poco de agua; el líquido se cuela y se toma con el estómago vacío dos o tres veces al día. Este mismo líquido también es lo mejor que he descubierto para las infecciones vaginales. En una postura de caderas levantadas, se aplica usando una jeringuilla pequeña, y se mantiene el jugo adentro por un par de minutos. Para mí, los resultados han sido milagrosos. El zumo de llantén también se ha utilizado durante siglos como remedio para los ojos infectados, y ya se han hecho estudios clínicos que comprueban su eficacia. La decocción (guarapillo o té hervido) de las hojas sin endulzar es un antiácido fabuloso, que además de ser bueno para el reflujo también ayuda a alcalinizar la sangre de los pacientes de la gota. Como medicina preventiva para mis senos, preparo un aceite botánico de hojas de llantén en una base de aceite de ajonjolí y me lo paso con sobos mientras voy visualizando mis pechos llenos de luz y salud perfecta. Y tanto el jugo como el té de las hojas del llantén se toma como remedio casero para evitar y hasta para tratar el cáncer, casi siempre en conjunto con los tés de anamú.

3. El anamú (Petiveria alliaceae) tiene mala fama. La gente dice que “apesta a ajo”, y precisamente, ese olorcito es lo que nos comunica uno de sus usos más importantes. En realidad huele a azufre, mineral también presente en el ajo y en la cebolla. El azufre combate los hongos y sin duda alguna el anamú es una de las plantas más efectivas contra los hongos. Si uno tiene hongo de la piel, puede dejar la parte afectada en una decocción bien cargada de anamú, pero en mi experiencia ayuda mucho tomarse los guarapillos, pues a menudo la causa del hongo radica adentro. Si no le gusta el sabor del té de anamú pues se debe hervir con rajas de canela y clavos de especie. Esto le da un sabor fabuloso y tanto la canela como el clavo ayudan a combatir los hongos. Ya mencionamos que el anamú se utiliza en conjunto con el llantén para combatir el cáncer, y aquí en Puerto Rico, tengo constancia de que los tés de anamú también se han utilizado para bajar el azúcar en la sangre. En pruebas clínicas, un extracto de las hojas y ramas de esta planta administrado a ratones disminuyó los niveles de glucosa sanguínea ¡en un 60! Los tés de anamú se también se utilizan para aliviar el dolor de la artritis. Doña Mariana Cruz Vázquez, de Cidra recomienda las cataplasmas de las hojas de anamú machacadas o hervidas para esta condición. Durante el siglo XIX, las enemas del anamú se consideraban entre los mejores remedios para los parásitos intestinales. Y a través del Caribe, las esclavas africanas consumían fuertes decocciones de la raíz del anamú para provocar el aborto cuando sus embarazos resultaban de la violación por parte de sus amos. Esta planta pantropical crece silvestre en gran diversidad de condiciones de suelo y luz. Muchas personas consideran que es una mala yerba porque cuando echa sus espigas, se ve muy salvaje, muy poco civilizada. Pero si encuentras anamú en su propiedad, dale la bienvenida como una de las plantas más útiles de nuestra región. ¡Podría salvarte la vida!

4. El almácigo (Bursera simaruba) es un árbol nativo de América tropical. En el área oeste del país se conoce como “indio esnú”, pues su corteza desarrolla un color cobrizo y las ramas de este árbol se parecen piernas y brazos. La resina presente en este maravilloso árbol hace que quema muy bien y se valora mucho como lumbre de fogón, como leña y como carbón. Pero su valor medicinal y como suplemento alimenticio es lo que me parece súper interesante. Las decocciones de la cáscara o corteza de este árbol se han utilizado alrededor de Puerto Rico para tratar el asma. Y a través de América Central se usa este mismo té hervido para tratar fiebre, gripe, catarro y condiciones del sistema urinario. También, a través de América tropical, la corteza resinosa del almácigo se hierve con un poco de sal marina y se sirve como caldo alimenticio, rico en hierro. Este caldo vegetal suplementa las dietas vegetarianas y trata la anemia. Son muchos los puertorriqueños que, durante tiempos de escasez, recuerdan haberse tomado muchos “caldos de pollo” cuando no había pollos ni gallinas ni gallos a la vista. En las Islas Vírgenes hoy día, se toman estos mismos caldos sin la sal como “energy tea”o “té energizante”. ¿Te acuerdas del día que fuimos a visitar aquellos almácigos de Salinas?

Magha: Hicimos una ceremonia y terminamos chupándole la resina al árbol más grande. ¿Cómo se me va a olvidar una experiencia como ésta?

Benedetti: Esa resina fortalece el estómago y todo el sistema respiratorio. Se puede chupar o hervir el polvo de la resina seca para tomárselo en té. La cultura maya utiliza esa resina, quemada, como incienso medicinal para los que sufren de asma, espasmo bronquial y otros males del pecho.

5. La malagueta (Pimenta racemosa): Los españoles llamaron este árbol nativo de las Antillas “pimienta” porque acostumbraban a secar y moler sus semillas y luego utilizar el polvo como si fuera pimienta negra. Esas semillas eran una de las especias digestivas que a la vez conservaba las carnes y así, aportó a la supervivencia de los españoles cuando no había refrigeración.
El aceite esencial de las hojas de malagueta es una sustancia maravillosa, pues además de tener un efecto anti-depresivo, es también estimulante, anti-inflamatorio, analgésico, anti-viral, anti-catarral, y, cuando se frota en el cuerpo cabelludo, combate la caspa y estimula el crecimiento del pelo. Para preparar un alcoholado tradicional, se echan hojas de malagueta y ruda en alcohol. Un baño de asiento o de chorro que contenga 6 onzas de un alcoholado fortificado así alivia los dolores e inflamaciones y saca el frío del cuerpo. A la vez, un baño así nos une a una tradición milenaria de medicina antillana y nos ayuda a sintonizarnos con pensamientos y actitudes positivas.

6. La sábila (Aloe barbadensis): Probablemente nativa de África, la sábila está reconocida mundialmente como el mejor remedio tópico para todas clases de problemas de la piel, y muy especialmente, para ayudar en la recuperación de la piel quemada. Para los mejores resultados, se aplica el cristal interno de la hoja como cataplasma. Es decir, se amarra a la parte afectada y se deja por unas 12 horas al día. Para darle volumen al pelo, se mezcla ese cristal interno con agua en la licuadora, y se aplica sobre el cabello como enjuague final. La sábila también apoya los procesos digestivos. Muchas personas que tienden al estreñimiento encuentran que el consumo de unas 2 onzas de sábila fresca o unas 4 onzas del jugo de sábila (embotellado) dos veces a la semana les ayuda a mantener los canales limpios. La sábila también contiene muchos compuestos anti-virales. Apoya todo el sistema inmunológico y es uno de los mejores expectorantes del mundo. En caso de gripe y catarro, me doy un litro del siguiente remedio a temperatura ambiente dentro de 24 horas: dos pencas mondadas de sábila en la licuadora con ½ cebolla, el jugo colado de varios limones y miel de abejas sin filtrar (“raw, unfiltered”). El limón y miel se le echa a gusto para que sepa bueno el remedio (debe saber a limón y miel) Este remedio es un palo para cualquier virus, cualquier congestión. Y para subir las plaquetas, hasta los médicos convencionales recetan cristal de sábila batido en la licuadora con jugo de china fresco y miel de abejas. La única contraindicación que conozco es que las mujeres encintas no la deben ingerir y las personas que padecen de várices deben usarla con cautela.

7. Los condimientos verdes, o sea, el orégano chiquito (Lippia micromera), el orégano brujo (Plectranthus amboinicus), el recao (Eryngium foetidum), el cilantrillo (Coriandrum sativum), la mejorana (Origanum marjorana) y el romero (Rosmarinus officinalis), entre otros: Son nuestra primera línea de defensa como parte de nuestra tradición de medicina preventiva, pues nos ayudan a digerir los alimentos y contienen compuestos anti-virales, anti-microbianos. Para el mejor resultado, no se dejan hervir, pues si se hierven se pierden los aceites esenciales. Se deben echar a los alimentos durante los últimos momentos de estar sobre la candela. Y claro, se pueden tomar como tés en infusiones como medicina preventiva también. Podría hablar sobre cada uno de estos condimentos por largo rato. Porque cada uno de los condimentos verdes tiene otras propiedades terapéuticas muy importantes. Por ejemplo, el cilantrillo ayuda a remover el mercurio del cuerpo . . . El recao ayuda a bajar la presión sanguínea y demuestra marcada actividad anti-malarial, y así por el estilo. No me gustaría terminar sin mencionar también el limón criollo, la palma de coco, el hinojo, el jengibre . . . pero nos haría falta un libro completo . . .

Magha: Mucha gente se sorprende del conocimiento que posees sobre la botánica y cultura puertorriqueña a pesar de que no te criaste en la Isla ¿De dónde eran tus parientes y quiénes de ellos fueron claves en tu formación personal y profesional?

Benedetti: Me crié en Queens, Nueva York. Mi padre fue norteamericano de la zona rural; su madre era irlandesa y su padre, húngaro. Mi primer apellido es Hajosy. (Pronunciado en húngaro suena a jóyoshi). Mi mamá es “niuyorican”, nacida y criada en Manhattan de padres mayagüezanos. Mi familia materna abandonó la isla en el 1927. Fue un momento difícil en toda la isla, pero especialmente para el área oeste de Puerto Rico, pues además de la depresión económica que afectó tanto a las poblaciones urbanas de la isla, Mayagüez estaba en plena recuperación de varios desastres naturales, incluyendo un terremoto y un maremoto. La familia Benedetti Sotomayor se embarcó y jamás regresó. Sus recuerdos de Borinquen eran amargos y mis abuelos hablaban con tristeza sobre la vida que dejaron atrás. Pero los niños entienden de hechos y no de palabras. Mis padres, los dos, eran músicos y para mí, la música afro-antillana, el baile y la forma en que mi familia puertorriqueña-angloparlante celebraba sus fiestas familiares (¡eran divertidísimas!) me impactaron de forma profunda. Me identifiqué mucho con la algarrabía, con el éxtasis del baile, con los ritmos cubanos. Me identifiqué mucho con la cocina puertorriqueña. Admiraba muchísimo a mi abuela María Cristina, que a sus 80 y pico de años, rompía los cocos secos (los conseguía en unos mercados al aire libre muy olorosos e interesantes) con un martillo enorme para prepararnos sus platos especiales. Ella cocinaba de forma muy artesanal; transformaba nuestra cocina suburbana en un guariquitén de olores y sabores sin igual: arroz amarillo con pollo, pollo guisado con papas, rellenos de papas, gandules guisados con bolitas de guineo verde, arroz con coco . . . Muchacha, ¡todo el barrio sabía cuándo era que había llegado abuela! Ella era loca con Tito Puente y también la recuerdo muy pegada a su rosario. Y cuando aprendí el español lo suficientemente bien como para conversar, ella tenía el tesón para debatir elegantemente y apasionadamente conmigo sobre temas como el aborto y la autoridad absoluta de la iglesia católica. Mami fue maestra y también fue mi modelo de lo que puede ser una mujer. Ella me ayudó mucho a formarme como escritora y como espíritu libre. Desde niña la veía como la mujer más hermosa y más inteligente del planeta así que era fácil identificarme con la cultura puertorriqueña, aunque no la conocía muy bien.

Magha: ¿Cuándo decidiste mudarte a Puerto Rico y porqué? ¿Cuál era tu misión entonces? ¿Cuál es tu misión ahora?

Benedetti: No llegué aquí hasta que tenía 32 años. Había estudiado herbología con Susan Weed por unos 10 años; también había tenido mucha exposición a la cultura puertorriqueña en Manhattan en la calle, en el Taller Latinoamericano, en el Museo del Barrio, entre amistades conectadas con MADRE y en Hunter College. En el 1987, pues podríamos decir que la sangre me llamó. Estudiaba la percusión latina, y un día, practicando el “tumbao” básico en la conga, escuché a Celia Cruz cantar “abre camino pa’ tu destino”. En ese momento, sabía que había llegado la hora de explorar de forma más profunda mi conexión con Puerto Rico. Había vivido en España; había visitado Nicaragua, México y Colombia, y nunca había pisado suelo borincano. Fui motivada por un gran sentido de amor y hasta por un sentido de justicia; pues iba comprobando que la versión de Puerto Rico que mi familia me había comunicado no representaba para nada la riqueza cultural que yo había comenzado a estudiar académicamente. Así que vine a los 32 años por primera vez, como herbóloga, botánica empírica, a conocer la tradición de botánica y medicina verde en la isla que mi familia materna había abandonado exactamente 60 años atrás. Aquí yo recibí una iniciación en la tradición de botánica casera puertorriqueña y quedé profundamente conmovida por la amplitud y valor práctico de los conocimientos de los abuelos campesinos. Personas tildados como “ignorantes”, muchas de ellas analfabetas, con más inteligencia y más retentiva que yo había encontrado a través de toda mi carrera académica. Estas personas “atrasadas”, me dejaban boquiabierta, no sólo por su conocimiento botánico sino también por su entendimiento espiritual y su forma de ligar las dos cosas en lo que hoy se conoce como la medicina holística. Mi primera experiencia de investigación etnobotánica en Puerto Rico queda plasmada en el libro titulado ¡Hasta los baños te curan! Plantas medicinales, remedios caseros y sanación espiritual en Puerto Rico. Pude percibir lo valioso de los conocimientos que ya se estaban desapareciendo aquí porque yo venía de otro lugar en donde ya estábamos desencantados con las limitaciones del sistema de medicina moderna, con su dependencia de la tecnología y los productos sintéticas de la industria farmacéutica. Así que además de aprender sobre la tradición, mi misión personal fue transformada en una misión de concientización sobre el valor de la tradición de medicina verde de Puerto Rico. Lo que más me motivó y lo que me sostuvo durante los largos meses de transcripción de grabaciones, redacción y traducción (pues preparé el libro en español y en inglés simultáneamente), fue el respeto y el amor profundo que sentí por los abuelos sabios y conocedores que reconocían y sabían utilizar cientos de plantas silvestres a su alrededor, que hacían su propia agua bendita, que saludaban las plantas por la mañana, que reconocían la divinidad en toda la creación natural. Ellos me dieron la llave para dejar atrás mi vida nuyorkina y venir a Puerto Rico a hacer un trabajo que tuviera sentido para mí. Hoy, como parte del proyecto de agricultura sustentable conocido como la Casa Jíbara del siglo XXI, sigo con este trabajo, haciendo investigación etnobotánica, ofreciendo charlas, talleres y haciendo alianzas con otras personas que sienten este mismo respeto por la medicina natural y la agricultura tradicional del país.

Magha: ¿Qué tres consejos básicos y prácticos puedes ofrecernos para contribuir en el rescate de la etnobotánica del país?

Benedetti: Para las personas que quieren acercarse más al mundo botánico que nos rodea y a las tradiciones que son nuestro legado, ofrezco un taller de nueve horas titulado Bendiciones Botánicas en la Casa Jíbara. Está diseñado para que la gente conozca y utilice las plantas con seguridad, respeto y un sentido de pertinencia a esta gran tradición antillana. Es un buen comienzo. También es importante comenzar a cultivar las plantas según las necesidades personales o familiares de cada cual. Espero que eventualmente en la Casa Jíbara podamos ofrecer talleres de siembra como parte de su programa educativo. Finalmente, diría que es importante practicar la tradición según nos la enseñaron los abuelos. Los libros míos pueden ayudar con eso, y también es importante tener guías y consejos de personas experimentadas. ¡Entrevistemos a nuestros viejos: familiares y vecinos! Que sean entrevistas prácticas sobre problemas que genuinamente queremos resolver usando plantas de acá. Visitemos los lugares en donde crecen las plantas que mencionan los expertos empíricos . . . y pasar tiempo con ellas, observándolas, oliéndolas, leyendo sobre ellas y, siempre que sea apropiado, ¡que probemos los remedios! Porque la experiencia propia −el empirismo− es la primera ciencia y es la más duradera. De hecho, tengo unas guías para hacer estas entrevistas. Las personas interesadas me pueden contactar al correo electrónico: benedetti@coqui.net.

Magha: Maria, para finalizar ¿Qué mas podrías añadir?

Benedetti: Te dejo con una plena muy atesorada. Lo compuso en el 1994 José Seda Vázquez de Mayagüez. Me la dedicó luego de leer ¡Hasta los baños te curan! y está basada en algunas recetas mencionadas en el libro. La cantamos como parte de mi curso Bendiciones Botánicas. ¡Aquí va!

Las plantas medicinales (José Seda Vázquez)

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x)
A personas y animales sus dolamas les ponen fin (2x)

Voz pregunta: ¿Y si a mí me da la Menga?
Coro responde: ¡Que el poleo te reponga!

otra voz: ¿Si es que me da calentura?
coro: ¡El limoncillo te la anula!

otra voz: ¿Y para el dolor de oído?
coro: ¡Hoja de bruja es un tiro!

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x)
A personas y animales sus dolamas les ponen fin (2x)

voz: ¿Qué es bueno pa’ la garganta?
coro: Los cogollos de salvia, ¡masca!

voz: ¿Y si to’ esto me da estrés?
coro: ¡Hoja de naranjo y acuéstate!

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x)
A personas y animales sus dolamas les ponen fin (2x)

voz de joven: Ay, don Pancho, a mi gallito le ha dao el moquillo.
don Pancho: Bueno, mi’jo. No te preocupes. Échale cáscara de limón o un poco del jugo de limón al agua que le das de beber a tu gallito. Pa que tú veas. Después me contarás . . .

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x)
A personas y animales sus dolamas les ponen fin (2x)

voz de joven: Ay, vecina, a la verdad que uno no sale de una pa’ meterse en otra. Resulta ahora que a la cabrita se le ha empelotao la leche dentro de la ubre. Está tapá.


vecina: No te preocupes, joven. No te desanimes. Mira. Hierven unas cuantas hojas de higuereta, y después que suelte su colorcito, le lavas la ubre con ese líquido dos o tres veces todos los días hasta que se le quite el problema. Tú verás que bota esa pelota. ¡Y te dará más leche, sí señorita!

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x)
A personas y animales sus dolamas les ponen fin (2x)

voz de joven: Si esto es como los paños de malva. Uno quita'o y otro puesto. Ahora tengo el perro cundío de pulgas.

adult@: Calma, calma. Eso no es pa’acabarse el mundo. Hierve un balde de agua con muchas hojas de poleo. Después de bañar al perro, enjuágalo con esa agua verde y échala también a su nido pa’que veas que las pulgas cogen la verdolaga. ¡Cristiana, cogen la juyilanga! ¡Juuuuyen! . . .

Las plantas medicinales, tesoro de mi país (2x) ¡A personas y animales sus dolamas les ponen fin!
Toda boricua, ¡yerbera!, Todo boricua, ¡yerbero!